Escrito por Louis | 18 de octubre de 2022

La banda del inalámbrico
Al finalizar eso que ahora llamamos “El clásico”, Sergio Quirante, reportero de DAZN, preguntó a Jules Koundé por el penalti que, según él, había cometido sobre Rodrygo. El defensa francés le dijo que él no había sido, y al entrevistador le costó un poco caer en que la falta había sido de Eric García. No alcanzó la brillantez de Sara Carbonero tras la tanda del España-Portugal de la Euro 2012, cuando preguntó a Andrés Iniesta si le habría apetecido tirar un penalti: «De hecho he tirado el segundo», tuvo que decir, casi pidiendo perdón.
A Quirante le hemos afeado en esta columna de los martes que, cuando trabajaba en Gol, iba a las ruedas de prensa a forzar titulares amarillos y que se excedió en su ansia de protagonismo cuando trató de regalar un puro a Carlo Ancelotti en plena rueda de prensa tras conquistar la Champions. Hoy no haremos sangre con la entrevista a Koundé, que aceptamos como mero error humano, aunque sí podemos enmarcarla en una tendencia algo más preocupante.
La labor del reportero a pie de campo, como puede deducirse fácilmente, es aprovechar su privilegiada ubicación para trasladar a los aficionados con detalle lo que sucede en el césped; a poder ser, aquello que no se ve en el plano máster de la retransmisión. En su radar deberían entrar las órdenes del entrenador, los piques entre jugadores, el futbolista que cojea o deja de cojear… El inalámbrico debe anticiparse a los cambios —contándonos quién entra al campo, sin necesidad de vaticinar quién sale— e informarnos sobre el tiempo de descuento, a poder ser, antes de que la cámara nos muestre el cartel a todos. Y al final, preguntar a los protagonistas por el partido, hasta donde se lo permita el contrato en el caso de LaLiga.
Aunque parece sencillo, de un tiempo a esta parte encontrar un buen reportero se está volviendo casi tan complicado como tomarse un café decente. Las jugadas importantes o los jugadores que calientan siempre les pillan lejos. El «Me vais a tener que echar una mano, compañeros» se ha convertido en un comodín recurrente. Teniendo en cuenta que desde hace años gran parte de los narradores y comentaristas no acuden al estadio, sino que trabajan en una cabina en Madrid o Barcelona, los únicos ojos ‘in situ’ a menudo son los del reportero, con lo que el drama es aún mayor. Algunos pretenden compensar su capacidad de observación haciendo la competencia a Mister Chip y se pasan el partido aportando estadísticas del tipo «Fulano es el quinto lateral madrileño de la historia que juega a pierna cambiada en un domingo bisiesto». Para esto no hacía falta una acreditación en la banda.
Por suerte, hay una tradición que se mantiene, incluso con más fuerza que nunca: la de los lugares comunes. El entrenador de turno «se desespera» cuando las cosas van mal y se sigue levantando «como un resorte» para protestar al árbitro. Y los goles inesperados siguen cayendo «como un jarro de agua fría»; que no sé vosotros, pero yo aún estoy por leer o escuchar esa palabra, «jarro», en un contexto que no sea este. Me vais a tener que echar una mano, compañeros.